viernes, febrero 13, 2009

Carpe Diem novela de Saul Bellow

Siempre he pensado que la soledad deseada es una necesidad. El hombre necesita estar sólo en algún momento de su vida, para encontrarse a sí mismo, para entenderse, para crear... Pero la soledad no deseada puede llegar a ser una maldición, un castigo insoportable.

Bellow nos cuenta una historia de soledad, una de las peores, la soledad afectiva.

Nos cuenta con mano maestra unas pocas horas en la vida de Wilhelm, un hombre inmaduro, generoso, que vive rodeado de gente que no movería un sólo dedo por él, algunos se aprovechan, otros le ignoran y otros le desprecian.

Wilhelm no es capaz de arrancar de su anciano padre una sóla palabra que necesita, no hay nada, el viejo egoista vive refugiado en su cómoda existencia y rechaza vivamente cualquier problema que pueda alterar tan plácida vida.

La historía de Wilhelm es una historía de soledad, de desamor, una vida desolada que le va acorralando y que le lleva a un drámatico final, un final no muy usual en literatura y, por ello, inesperado.

Bellow utiliza magistralmente la narración, apoyandose en una descripción precisa de los sentimientos y, esto es lo mas novedoso, la repercusión que tienen dichos sentimientos en el físico, en el gesto. Este recurso literario es increiblemente eficaz para ayudar al lector a entender al personaje en toda su expresión.

Y los diálogos, breves pinceladas, perfectas descripciones del sentimiento de cada interlocutor. Quizás es aquí, en algunos diálogos, donde la novela alcanza su plenitud como obra de arte.

Las conversaciones entre el padre y el hijo son un vivo ejemplo de esta perfección. Como se esconde el viejo en su escudo egoista y amable, incapaz de entender el grito de angustia de su hijo que, aunque urgentemente necesitado de dinero, sólo le pide una palabra de cariño, un gesto de afecto. Es estremecedor ser testigo de esa increible distancia interior que es capaz de marcar una persona para blindarse, para protegerse, para que las desdichas de los demas no le salpiquen.

Sólo en la Conjura de los necios, la majestuosa novela de Jhon Kennedy Toole, se encuentra esa terrible fuerza en los diálogos. Creo que son los dos únicos casos que conozco en la literatura norteamericana.

El guardian entre el centeno de Sallinger, la conjura de los necios de Toole y Carpe Diem ( coge la flor del día ) de Bellow, son las tres últimas aportaciones de la literatura estadounidense a la lista imaginaria de las cien grandes obras de la literatura universal.